Mi empeño de no dejarte
Yo nunca te he dejado atrás. En cambio tú haces que me vea como si fuera el último. Lo he peleado, lo he intentado, he escuchado, he asimilado… Y aun con todo, creo que me sigues dejando atrás. ¡No entiendo nada! Me hago mayor, me hago más maduro, y me haces entender que siempre es menos lo que recibes, y siempre es mucho más lo que das. Y ahora te aseguro que sí lo había dado todo. Incluso tuve dolores, pero me hice el duro. Tenía dudas, pero me volví convincente. Quise abandonar, pero al final firmé mi declaración de intenciones. Me has vuelto a engañar. Cuando creía que estaba jugando en un espacio libre y abierto, en realidad estaba contigo, cara a cara, al borde del precipicio.
Ha pasado otro año, otra temporada. Y admito, y admite, que he estado a punto de ganarte. Algunos me dicen que es imposible ganarte la batalla. Dicen que pocos lo han logrado. Pero también sé que en este juego entre tú y yo hay dos cosas muy claras: que tú juegas a que yo abandone y yo a no dejarte nunca. Cada año que pasa parece que ganas tú. Pero cada temporada que logro empezar, estoy ganando yo. Sé que en verano dejas libre el campo de batalla para que yo prepare la estrategia de nuestro siguiente encuentro. Voy a citarme con mis pensamientos. Voy a revivir las sensaciones que has intentando robarme. Porque ganarme no me hace peor. Caerme no me hace peor. Honestamente, creo que aceptarlo me hace mejor en mi empeño no dejarte. Te veo pronto, natación.
Jorge Bados
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